OTRO CAPÍTULO

 



Por solo una rendija de aquel sucio ventanuco, entraba la vida cada día. Que si los preparativos ajetreados de la boda de la sobrina del alcalde,  por no mentar su preñez, fruto  de quién sabe qué verga brava y no del cornudo prometido; la discutida y pingüe herencia del panadero emigrado a Cuba en los 60 y asesinado ayer al alba en el centro de día; las violentas desavenencias de los Pérez por la custodia de sus gemelos; las bombas cayendo en racimo sobre cabañas o rascacielos atónitos...

Con esas delicias humanas y otras más dulces, horneadas en mantequilla o untadas en mermelada de higos, se desayunaba a gusto la Gran Espectadora, bien apoltronadas sus grasosas y expandidas carnes en la negrura absoluta del universo. Ella no cambiaba de canal, ni de chat, ni de ventana o navegador para observar deleitosa el mundo. 

Ella lo había creado y lo disfrutaba observándolo en movimiento libre. Lo reía.

-¡Qué graciosos!

Eructó y tiró de la cisterna. Ahora una siesta y por la tarde, otro capítulo de "El sentido de la vida" _pensó la Diosa.





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