FAJA DE ENTROPÍA




Colgando ociosa, al viento, 

de la percha de un mercadillo

o comprimiendo unas nalgas

de más de mediado el siglo:

la rutina utópica de la faja, ay,  

imposible desatino.

Es paralizar la entropía,

es poner lindes color carne

y aún con puntillas orlado,

a un océano embravecido,

al magma irrefrenable

del rotundo femenino

o de cualquier arquetipo.

Siendo la faja escultor burlado

por riada de barro llovido,

o arquitecto sepultado

bajo su creciente edificio,

la conclusión es clara:

no hay corsé, ni hay justillo

que hagan sentir

como el talle libre

bajo la seda del vestido.








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